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El trabajo a tiempo parcial

¿Un puente o una trampa?

¿Qué representa el trabajo a tiempo parcial, en términos de participación en el mercado del trabajo? ¿Un "puente" o una "trampa". Dicho en otras palabras: ¿es una forma marginada de trabajo barato y empleo precario, o capacita a los trabajadores para acceder al empleo remunerado o mantener la continuidad de su empleo? Estas preguntas son serias y cruciales, habida cuenta de que una abrumadora mayoría de los trabajadores a tiempo parcial en todo el mundo son mujeres.

El crecimiento del empleo parcial ha sido una característica significativa de los cambios producidos recientemente en el mercado del trabajo de los países industrializados, en los que las mujeres suman entre el 65% y el 90% del total de trabajadores a tiempo parcial. Como las principales fuerzas que han impulsado este crecimiento cabe citar el aumento de la participación de las mujeres en el mercado del trabajo, la expansión del sector de los servicios, y el deseo de flexibilidad mostrado por los empleadores. En los países en vías de desarrollo, las mujeres que trabajan a tiempo parcial se localizan mayoritariamente en el sector no estructurado y en el de los trabajadores a domicilio.

De ordinario, el empleo a tiempo parcial entre las mujeres suele estar motivado por la maternidad, mientras que entre los hombres es más probable que se dé en el momento de incorporarse al mercado del trabajo o en el momento de dejarlo. Las mujeres pueden elegir esta modalidad de trabajo por la flexibilidad de su horario, por su mayor compatibilidad con sus responsabilidades familiares –a las que siguen dedicando la mayor parte de su tiempo– o porque les ofrece un acceso relativamente más fácil al mercado del trabajo; pero lo cierto es que, para bastantes mujeres, la falta de mejores alternativas las obliga a aceptar esta opción.

La implicación de las mujeres en el trabajo remunerado, y en particular la medida en que la maternidad las encamina hacia el trabajo a tiempo parcial, varía notablemente de un país a otro. Las diferencias entre las correspondientes estructuras sociales tienen un papel clave a la hora de explicar los distintos comportamientos con respecto al trabajo a tiempo parcial que se observan entre los países. La división del trabajo por géneros dentro del propio hogar hace que las mujeres estén más inclinadas que los hombres al trabajo a tiempo parcial, pero las políticas estatales estructuran también los planes y los comportamientos de la mano de obra. Quiere esto decir que las dimensiones del trabajo a tiempo parcial no dependen sólo de las circunstancias domésticas, sino que dependen también de la actitud de las empresas, de las políticas y reglamentaciones que afectan al mercado del trabajo y de la amplitud de los regímenes de bienestar de cada estado.

Existen notables diferencias entre los países respecto a la amplitud y forma del empleo a tiempo parcial, así como en lo relativo a las condiciones de empleo de los trabajadores a tiempo parcial. Se ha dicho que no es propiamente que el empleo a tiempo parcial constituya una forma secundaria de empleo, sino que el problema radica en la acumulación de desventajas derivadas de permanecer en este tipo de empleo durante largos periodos. Por ejemplo, la pérdida de formación y de posibilidades de promoción empuja a estos trabajadores a un mercado del trabajo periférico en términos de calificaciones y de ingresos, o a una inferior acumulación de derechos durante su vida laboral para recibir luego una pensión. Es decir, que la precariedad del empleo a tiempo parcial está vinculada a la falta de seguridad en el empleo y a los derechos de cara a la seguridad social.

El impacto del empleo a tiempo parcial no puede desvincularse de la problemática del género y de su relación con el empleo a tiempo completo. En algunos sectores, el predomino del empleo a tiempo parcial ayuda a mantener la subordinación económica de las mujeres y refuerza las pautas sociales que afectan a las mujeres trabajadoras, con independencia de si lo son a tiempo parcial o a tiempo completo. En muchos países, los trabajadores a tiempo parcial son mirados como participantes ocasionales en el mercado del trabajo y no como fuentes primarias e independientes de ingresos: consiguientemente, tienen derechos restringidos a las prestaciones de desempleo, a las pensiones y a los subsidios por enfermedad, en particular cuando no pueden acomodarse a determinados criterios de niveles de ingresos u horarios, y cuando compaginan su trabajo con otras actividades tales como la educación y el cuidado de los miembros de la familia. Eximirlos de los pagos a los sistemas de protección social puede, en tal caso, aumentar de momento los recursos con que pueden contar los trabajadores a tiempo parcial, pero a costa de perder los derechos que tienen a otras prestaciones futuras. Ésta es una preocupación creciente a la vista del cambio de las estructuras familiares, con el aumento de hogares en los que la mujer es la cabeza de la familia, así como del número de familias monoparentales.

La OIT define al trabajador a tiempo parcial como "una persona empleada cuyo horario normal de trabajo es más corto que el de los trabajadores a tiempo completo". Pero el trabajo a tiempo parcial no sólo implica menos horas de trabajo, inferior retribución por hora y semanadas menores que las que remuneran el trabajo a tiempo completo, sino que también puede constituir una forma diferente de empleo, organizada conforme a distintos principios y con distintos pactos y condiciones que los del trabajo a tiempo completo, así como con menos derechos y protección. Las ventajas que extraen los empleadores del trabajo a tiempo parcial radican principalmente en las oportunidades que les brinda para recortar horas innecesarias de trabajo o reducir el recurso a unas horas extraordinarias más caras. Las políticas pensadas para promover el trabajo a tiempo parcial reduciendo sus costos por debajo de los del empleo a tiempo completo es probable que tengan el efecto negativo de aumentar la proporción de trabajadores obligados involuntariamente a aceptar aquel tipo de empleo, con lo que se cae en el subempleo, con sus consecuencias adversas, tanto en lo social –especialmente para las mujeres y los trabajadores desfavorecidos– como en lo económico, al deprimir la demanda, el desarrollo y el empleo.

En los países industrializados se han hecho algunos esfuerzos para reducir la brecha entre las dos categorías de trabajadores. Sin embargo, los intentos para incorporar a los trabajadores a tiempo parcial dentro de un sistema regulado han tenido como consecuencia un proceso de equiparación a la baja; es decir, un deterioro de las condiciones de empleo de sus compañeros, los trabajadores a tiempo completo. Esta tendencia se ha visto reforzada por otra, simultánea, hacia la creciente individualización de los pactos y condiciones de empleo.

La atención cada vez mayor prestada al trabajo a tiempo parcial se manifiesta en el nivel internacional. En 1994, la Conferencia Internacional del Trabajo adoptó el Convenio sobre el trabajo a tiempo parcial (núm. 175) y la correspondiente Recomendación (núm. 182). Estos instrumentos internacionales, a la vez que reconocen la importancia de que todos los trabajadores puedan tener un empleo productivo y libremente elegido, la significación económica del trabajo a tiempo parcial y la necesidad de unas políticas de empleo que tengan en cuenta el papel del trabajo a tiempo parcial en la medida en que brinda oportunidades adicionales de empleo, subrayan la necesidad de garantizar la protección de los trabajadores a tiempo parcial en los campos de acceso al empleo, condiciones de trabajo y seguridad social. El Convenio núm. 175 fija unos estándares mínimos para el empleo a tiempo parcial, basados en los dos principios de proporcionalidad y de no discriminación.

Fuente:© Organización Internacional del Trabajo (OIT)

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